La Opinión de Lanzarote

Sin delito y con Ben Magec pagando

9 de Septiembre de 2006 · (Medio ambiente)

Francisco Suárez Álamo

[Canarias7, 9 de septiembre de 2006]

Habló la Justicia y poco más se puede decir. No hubo delito en el caso Tindaya. Eso es lo que se concluye en el fallo judicial, que llega en el momento procesal oportuno para mirar con cierta perspectiva otros casos que deambulan por los juzgados, pero todo con la debida prudencia, pues tampoco es cuestión de ir generalizando.

La resolución de la Justicia alumbra varias conclusiones. De entrada, la sensación de inseguridad que se le queda a cualquier ciudadano cuando recuerda que la querella fue presentada nada más y nada menos que por el Gobierno, cuarto y mitad del cual, por otra parte, –y conviene recordarlo cada día que pase– sigue gobernando. Ya no es sólo que alguien en los Servicios Jurídicos se excediera interpretando que allí podía haber un presunto delito, sino que hubo responsables –¿o es preferible hablar ya de irresponsables?– políticos que administraron todo aquel lío de tal manera que Tindaya fue, en expresión que ha pasado a los anales, «el mayor escándalo de la historia de la Comunidad» (Julio Bonis dixit). El escándalo, leído ahora el auto judicial, habrá que situarlo en la esfera de un Gobierno que intentó llevar a los juzgados a otro Gobierno cuando uno y otro eran plenamente conscientes de lo que había sucedido con el pago de unos 2.000 millones de las antiguas pesetas. Desde esa óptica, el ridículo es de los que hacen antología y alguien debería asumir la responsabilidad. Pudo hacerlo en su día la clase política en su conjunto en el Parlamento de Canarias, pero aquel intento devino en otro escándalo con un pleno que entra también en los anales, pero más bien del disparate.

Así las cosas, ahora la federación ecologista Ben Magec aparece como la paganini de todas las culpas. Andan los integrantes de Ben Magec suspirando por las esquinas y preguntando de dónde sacarán para pagar las costas. A lo mejor deberían hacerle esa pregunta a quienes desde las instancias políticas les convencieron para que se subieran al carro de la presunta corrupción a cambio de consolidarse como referencia social en tiempos en los que nos dio por parar el crecimiento y jugar a protectores del medio ambiente. Ben Magec ha de abonar ahora la factura de una cierta ligereza. Ellos, como muchos, seguirán preguntándose por qué el monumento no ha sido llevado a cabo, pero cada cual ha de asumir su cuota de responsabilidad y a ellos les toca la de sumarse a la ceremonia de la confusión.

Los políticos que participaron en el embrollo algún día también deberían asumir su parte alícuota de este vodevil pero todo apunta que ahora prefieren pasar de puntillas. En Tindaya, por tanto, no hay delito. Claro que tampoco hay monumento pero esto último siempre se puede resolver: mientras haya un Gobierno decidido a gastarse los cuartos. Eso sí, ojalá se lea mejor la letra pequeña y se asesore debidamente.